Hoy os voy a explicar un poco mi historia de cómo realmente empecé a hablar un inglés “entendible”.
Ya he dado alguna pincelada por aquí y por allí de cómo me fui a vivir a Londres sin tener ni idea de inglés (aunque yo creía que sí, porque lo había estudiado hasta el instituto en España :)…pero tenía el manido “nivel intermedio”…vamos,… una caca de vaca.
Mi llegada a Londres
El día 3 de noviembre del año 2000 llegué a Londres con 22 añitos y cargando dos maletas llenas de abrigos y bufandas de lana.
Me quedé en casa de una amiga de una amiga un par de días, hasta que encontré una habitación/pocilga en un hostal con una “cocina” que casi tocaba el colchón. Compartía baño con marcianos de colores y seres extraños con turbante de alrededor del mundo.
Esa era la parte mala.
La parte buena es que el hostal se encontraba en la zona de Portobello Road (en el precioso barrio de Notting Hill).
El ambiente del barrio tan bohemio, el mercadillo encantador, la gente sonriente, los pubs a rebosar…¿Habéis visto la peli de Notting Hill con Hugh Grant y Julia Roberts?…;-) Pues eso…
Ahí empezó mi historia de amor con Londres, que es como cualquier otra historia de amor, hay cosas buenas y cosas malas y, si pones las cosas en la balanza (como buena libra que soy), las buenas superaban con creces a las malas.
En el año 2000 en Londres todavía no existía la competencia tan voraz entre españoles para encontrar curro. España estaba todavía sumida en su burbuja inmobiliaria y en Londres, por poco que chapurrearas algo de inglés, ya te daban un trabajo.
Yo había trabajado en el Departamento de Comunicación de un importante teatro de Barcelona y, con tener ese punto en mi CV, me ofrecieron una entrevista de trabajo de acomodadora en un teatro de la zona del West End londinense.
Lyric Theatre
¡Qué desastre de entrevista, my God! 😯
No pillé de la misa la mitad. La señora me hacía preguntas y yo sonreía y asentía si parecía que ella esperaba un sí, o negaba con la cabeza con rotunda seguridad si parecía que la jefa esperaba una respuesta negativa.
Era mi día de suerte, mi ángel de la guarda estaba por ahí rondando o la entrevistadora iba pedo, pero me dieron el trabajo.
Al cabo de diez días de haber llegado a Londres, estaba trabajando de acomodadora en uno de los teatros más céntricos y más famosos de Londres…sin saber siquiera cómo se decía “acomodadora” en inglés (ahora ya lo sé usherette 😉 ).
Mis compañeros de trabajo eran casi todos británicos (de Escocia, Gales, Irlanda,..), pero no había ningún londinense…
En el fondo éramos todos extranjeros en Londres, pero ellos tenían una ventaja que yo no tenía: hablaban inglés y, por lo tanto, entendían las instrucciones de las jefas y se entendían entre ellos.
En ese momento, personas que no hablaran inglés como lengua materna, solo estábamos una francesa con dientes de rata que «hablaba» inglés igual que una servidora (y ni una palabra de español) y yo…estábamos más perdidas que dos pulpos en un garaje.
Como no entendía cuáles eran mis tareas, me limitaba a copiar lo que hacían los otros y a seguirles allá donde fueran y, cuándo me hablaban, me limitaba a mirarles con cara de estúpida.
¿Os podéis imaginar tener a una tontita todo el día detrás y cuando tú mueves un dedo, ella lo mueva también?
Fui un suplicio de aprendiz…Todos me querían lejos, pero si no los tenía cerca, todavía iba más perdida. No me apartaba de ellos y alguno hasta tuvo momentos de compasión con la Spanish refugee…
Pensé cincuenta mil veces en regresar a casa y olvidarme de aprender inglés, ¿para qué pasar por toda esa tortura?
Mi gran oportunidad
Encontré mi oportunidad para ser “aceptada” y aprender inglés con el tema de los turnos a la hora de sentarse en la sala y vigilar que todo fuera sobre ruedas.
Nadie quería sentarse día tras día a ver la misma obra de teatro durante tres meses. Todos intentaban saltarse su turno o cambiárselo al más tontito…¡y ahí estaba yo!
Yo haría todos los turnos. Vería la misma obra de teatro durante más de tres horas y media, seis días a la semana (algunos días con dobletes) durante tres meses. Era mi oportunidad, ¡era mi GRAN oportunidad!
La obra que se representaba se llamaba «Long Day’s Journey Into Night» de Eugene O’Neill, protagonizada por Jessica Lange, Charles Dance, Paul Rudd y Paul Nicholls.
Siempre digo que Jessica Lange fue mi profe de inglés particular…aunque ella no lo sepa 😉
Lo primero que hice fue comprarme el libro de esa obra de teatro y, durante la representación, medio a oscuras, iba siguiendo los monólogos, representando los diálogos en mi cabeza, tachando en mi libro lo que el director había omitido, apuntando las frases que añadían (que había días que las recitaban o no, dependiendo del humor que estuviera el actor ese día).
Sabía exactamente cuando un actor se había equivocado o cuando no le había dado bien el cue al otro. Empecé a entender los chistes que se hacían los actores entre ellos sobre el escenario y si esos chistes eran personales o relacionados con el personaje al que representaban.
Entendía porque Jessica Lange no podía aguantar la risa pero lo disimulaba haciendo como que lloraba (ahí no tocaba llanto…era un recurso para no descojonarse de la risa en una obra tan trágica: una señora de la alta sociedad enganchada a la morfina.)
¿Qué pasó entonces?
Los meses iban pasando y me podrían haber contratado de apuntadora de la obra sin realmente hablar inglés.
Además debo añadir, que el inglés que se recitaba en la obra era inglés americano de los años 40 muy “poetizado”…yo estaba en Londres en el siglo XXI 😐 (no era Claire Beauchamp, la prota de Outlander).
O sea, por fin hablaba algo de inglés, al menos tenía tres horas y cuarenta minutos de conversación,…¡pero vaya conversación!
¡Sólo me podía comunicar con las frases de esa obra….! 🙄
Sabía perfectamente qué significaban las frases y expresiones y entendía su uso en contexto (no me las había aprendido como un lorito). Todas las frases tenían sentido…pero no en el año 2000 en Londres, d‘you know what I mean?
El tema es que mis compañeros se sentían en deuda con la tontita por hacerles su turno sin pedir nada a cambio y, de vez en cuando, me invitaban a tomarme una pint con ellos en el pub next door.
Imaginaos mis primeras veces…Me entendían porque conocían la obra casi tanto como yo, pero se descojonaban vivos conmigo.
Si quería decir que iba un poco «alegre» por culpa de la cerveza, en vez de decir “I’m a bit tipsy”, decía: “I’m as drunk as a fiddler’s bitch” (frase que pronuncia Paul Rudd (uno de los personajes) para decir que lleva un pedo de aquí te espero).
Empecé a caerles simpática, mira que bien. Y así poco a poco, hablando con ellos empecé a ampliar mi vocabulario.
Pero no os creáis que fue de un día para otro, noooo, luego me tragué dos meses de Cat on a Hot Tin Roof («La gata sobre el tejado de zinc») imitando a Brendan Fraser (que representaba a Brick-Paul Newman en el film). Otro tochito americano de los años 50…
La verdad es que tenía su gracia encontrarse con los pasillos con Jessica Lange, Brendan Fraser (súper famoso en esa època por protagonizar «La Momia»)…o sus amigos/colegas que venían a visitarlos al camerino (de pronto, por el pasillo me encontraba con una tal Madonna, a Cher (requeteoperadísima), Kate Winslet (que no se había hundido), Pierce Brosnan, Michael Caine, Sting o Hugh Grant).
Tras seis larguísimos meses de constancia y obstinación, empecé a notar que entendía y me entendían en inglés. Iba “actualizando” mi vocabulario por uno más moderno y más acorde al milenio en que me encontraba y a partir de ahí todo fue (casi) rodado con el tema del inglés.
Iba avanzando a pasos agigantados.
Al cabo de un año y medio de estar en el teatro, dejé ese curro y empecé a trabajar de recepcionista (ya tenía el nivel exigido para ello, o eso creía yo :-/)
De vuelta a Spain (esa España mía, esa España nuestra )
Y cuando en el año 2005 regresé a España y no sabía muy bien qué hacer con mi vida, empecé a estudiar la carrera de Filología Inglesa.
Pensé que estaría chupado (total, hablo inglés perfectamente), pero NO. Es la misma tontería que pensar que te puedes sacar la carrera de Filología Hispánica en un plis solo porque hablas español.
Fue una carrera fascinante, llena de magia, literatura a raudales, secretos fonéticos o incógnitas lingüísticas que había estado practicando día tras día sin tener consciencia de ello, pero ahí encontré la razón de porqué en inglés decía esto y no aquello…
¿Y sabéis con qué libro disfruté más en la universidad y con el cual me saqué una Matrícula de Honor como una catedral?
Yes, lo has acertado: Long Day’s Journey Into Night.
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